Carta 2: Inspiración sumeria
Querida Graciela:
Me gusta la jarra que hemos hecho. Tiene ese puntito que nos gusta a nosotras, de algo de siempre con un «nosequé» que le da actualidad. ¿Qué hace que una pieza se vea rústica y a la vez cosmopolita? Es curioso que sin saber la respuesta, las manos nos lleven hacia eso que teníamos pensado. El cuerpo es fascinante…
En esta ocasión, la decoración de sus nueve palitos con sus nueve circulitos sumerios, ha terminado de darle el sentido a la pieza. Me gusta contar que ese dibujo no está pintado sin más. En realidad es un proceso más trabajoso de lo que parece:
Una vez la jarra tiene su forma, está puesta su asa y el barro se mantiene en punto de cuero, con un punzón se marca hacia dentro el dibujo. Esto hace que queden unos huecos en la superficie lisa de la jarra. Con una papilla de barro de color gris oscuro, llamado engobe se rellenan las hendiduras. A lo bruto, no importa que sobresalga del dibujo, porque después, una vez se seca esta papilla es el momento de rascar. Rascar el engobe casi seco es uno de los pequeños grandes placeres que ofrece la cerámica. Un cosquilleo recorre mi columna, como con los «rasca y gana», con la diferencia que aquí siempre hay premio. Lo que parecía un pegote sin forma, poco a poco va desvelando su magia; palos y círculos reaparecen esta vez al ras de la pieza y de color gris.
Este símbolo de la antigua sumeria (del cual desconozco su significado) me transporta a sabidurías pasadas y olvidadas. Y a la vez me divierte encontrar cierta relación con el código binario, que hoy ha conquistado todo nuestro mundo.
¡Pero no solo es bonita esta jarra oye! Al no estar esmaltada, conserva en las propiedades de la arcilla el sistema de sudoración tan valorado durante siglos por los árabes. De este modo mantiene el agua fresca sin neveras, sin electricidad.
El bruñido con piedra de rio como acabado final le proporciona un regalo al sentido del tacto: duro pero suave.
A simple vista, la jarra de siempre. En principio no muestra nada especial. Una simple jarra como cualquier otra. Ibérica, árabe, sumeria… Que más da, sólo es una jarra.
Siempre tuya,
Pequeña Gracia.