Carta 3: Deberíamos hacerlo más
Querida Graciela:
La cerámica es una de esas cosas que sientan bien y de las que piensas: «Debería hacerlo más».
Meter las manos en el barro y ensuciarlas es la primera barrera. Resuenan los sermones de tu madre: «¡Cuidado! ¡No te ensucies la ropa!». Guauuu, que ganas de ensuciarse la ropa, ¿verdad? Y ahora ya eres mayor, ya no necesitas complacer a tu madre como cuando eras una niñita y necesitabas el beneplácito paterno. Si quieres ensuciarte la ropa, ¡sea! Y curiosamente ese acto rebelde con lo aprendido, te hace sentir pequeña otra vez. Olvidarte del tiempo y jugar.
El segundo paso es el respeto. Ese que sientes ante el trozo de arcilla que espera que le toques. La tremenda hoja en blanco que te paraliza un instante. ¿Por donde empezar? ¿Hacia donde ir? Cómo decía aquel: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar» Amén.
Es sorprendente el proceso de una pieza que comienza y no tiene un final claro. El devenir de las ideas que se van gestando a medida que las manos trabajan. Es difícil saber porque algunas ideas son desechadas por otras. Se toman decisiones tan rápidas que parecen intuidas. ¿Donde está el margen que separa el pensamiento de la intuición?
Infinidad de juicios llegan constantemente. Momento ideal para observarlos, desengranarlos y dejarlos en el barro como si fueran secretos que se entierran.
Y finalmente sale del horno. Ahí está como te esperabas, o no. En realidad eso da igual. Es algo que has hecho impregnándolo de todo un momento vivido. Podrías pensar: «Esa pieza la hice cuando decidí dejar mi trabajo. Y esa otra en esos días de invierno con mucho frío» Pero no, te olvidas con facilidad. Esa pieza ya no es tuya. Está acabada y ¿para que recordar cosas vividas cuando estás ávida de cosas nuevas?
Sólo sientes agradecimiento por aquel servicio que te prestó mientras la creabas. A partir de ahora su camino continúa sin ti. Sólo te queda quererla y desearle lo mejor.
La cerámica es de esas cosas que te cargan, te estimulan, te equilibran. Y piensas: «Joder ¡debería hacerlo más!».
Siempre tuya,
Pequeña Gracia.